Es cierto, ¿qué se puede hacer salvo ver películas? Esto me pregunto mientras sigo con mis reflexiones en torno a la cuarentena y el ver cine. Tengo un gusto variado pero predilección por los clásicos y las películas en blanco y negro, aquellas que muchos tildan de aburridas, lentas o antiguas —“La realidad es más real en blanco y negro”— decía Octavio Paz, y precisamente hay algo en rodar sin colores que tiñen a la historia de una expresión atemporal, una poética diferente.

Hoy voy a hablarles de dos películas en blanco y negro en las que se puede vislumbrar o imaginar los demás colores, porque esa es la magia del cine, hacerte creer que lo que pasa en la pantalla, es al mismo tiempo sueño y vigilia, una sucesión de imágenes en escala de grises o en colores saturados, texturas, tiempos y espacios diversos. No sólo las películas clásicas son en blanco y negro, mucho del cine denominado moderno y el actual sigue eligiendo este modo de fotografiar sus historias.

Cleo de 5 a 7 (Agnés Varda, 1962) y Frances Ha (Noah Baumbauch, 2012), dos películas en blanco y negro con cincuenta años de diferencia entre sí pero con posibles conexiones, la más obvia, la inclusión de los nombres de las protagonistas en el título de la película: Cleo/Florence (Corinne Marchand) y Frances Halliday (Greta Gerwig). La primera está inscripta en la nouvelle vague, la segunda traslada la corriente francesa de los años ’60 a la actual Nueva York haciendo un homenaje que solo se podría apreciar con la utilización del blanco y negro, estableciendo un lugar reconocible para las cinéfilas y los cinéfilos del mundo.

Ambas historias están contadas a través de la mirada de las protagonistas, son historias de transformación, de autoconocimiento e identidad femeninas. En la película de Agnés Varda, Cleo es una cantante vanidosa que está esperando unos resultados médicos que le dirán si tiene cáncer y si se va morir de eso; en la película de Noah Baumbauch, con guión de este y de la propia Greta Gerwig, Frances es una joven aprendiz de baile que se niega a tomar las riendas de su vida, madurar, haciendo una sucesión de elecciones desafortunadas.

CLEO

La película comienza con un plano detalle de las manos de una tarotista mezclando las cartas de tarot para luego invitar a su clienta a cortar y elegir sus propias cartas, estas le adivinan pocas posibilidades para el matrimonio, una pérdida y un viaje, hasta que le sale la carta de “el ahorcado” que significa un cambio pero “para peor” le dice la vidente. El comienzo de esta escena es en color y este se corta de golpe cuando la tarotista pregunta: “¿está enferma? y Cleo le responde con miedo que sí y se larga a llorar (en blanco y negro). Luego los colores vuelven sobre los detalles de la mesa, las manos de la vidente y las cartas de tarot. Cleo elige la carta de “la muerte” y la bruja, para tranquilizarla, le dice que esa carta no significa necesariamente la muerte sino una transformación total de todo su ser.

Cleo, completamente perturbada, abandona la sesión con una sensación de inseguridad y muerte que la acompañará durante toda la película. La única certeza que tiene es su belleza, se mirará continuamente a los espejos de la calle y de su casa. Cleo es coqueta, se mueve a partir de los impulsos que rigen sus caprichos y es así cómo después de llorar por una muerte que la acecha se va a mirar vidrieras y a probarse ropa, “el negro me queda bien”, dirá al comprarse un sombrero de piel.

Lo que seguirá en la película es lo que hace Cleo de 5 a 7 hasta ir a buscar los resultados médicos. Una historia en tiempo real, en la que no faltarán las continúas referencias al inexorable paso del tiempo: el sonido de las agujas del reloj, el plazo que se acaba para encontrar un hombre, los hijos que no tendrá y la inevitable finitud de la vida.

Antes de que den las 6, se romperá un espejo y Cleo dirá que es un presagio de muerte, a partir de ahí comienza el momento de la epifanía, el descubrimiento del propio ser, la verdadera transformación de la que le había hablado la tarotista. Cleo pasa de ser objeto de las miradas de los hombres en la calle a ser un sujeto que observa, que decide su propio camino. Pasa de la vanidad a la identidad femenina como principio de empoderamiento, el paso de tenerle miedo a todo a dar lugar a una nueva vida, a la felicidad del saber.

FRANCES

Frances vive con su amiga Sophie en un apartamento en Manhattan. Comparten sus vidas, sueños y frustraciones. El novio de Frances le propone vivir juntos pero ella le dice que ya se comprometió en renovar el alquiler con su mejor amiga —“parecemos una pareja de lesbianas que ya no tienen sexo” le dirá Frances a Sophie en la puerta del baño mientras una se lava los dientes y la otra se saca la ropa para ir a dormir—. Antes de apagar la luz Frances le pedirá a su amiga que le cuente su historia de nuevo —“ok Frances, conquistaremos el mundo, serás una bailarina famosa, yo escribiré un libro sobre ti, tendremos muchos títulos honorarios, amantes y nunca tendremos hijos”— relatará como un cuento de buenas noches, Sophie.

La película está estructurada en las diversas direcciones de los departamentos en los que vive Frances, las continuas mudanzas y su creciente inestabilidad económica. Ella no se reconoce como una persona real, todavía se está encontrando, toma decisiones apresuradas, torpes y se niega a abandonar la adolescencia. Frances corre por las calles de Nueva York al ritmo de Modern Love de David Bowie porque aunque no parezca o se resista, Frances “lo intenta” (una y otra vez) —“pareces más mayor pero menos madura”— le dirá una de las chicas que visita el departamento que comparte con dos amigos, ubicado en Chinatown.

Y así es Frances, siempre será desordenada, será inconquistable para los hombres, se mirará mucho al espejo (pero no para admirar su belleza como lo hacía Cleo) y tomará decisiones disparatadas como viajar a Paris por sólo dos días y pasarlos durmiendo. Mientras Sophie comienza a tomar decisiones de adulta, Frances comenzará a elegir “volver” hacia atrás. Empezar una y otra vez hasta encontrar finalmente el camino.

Frances Ha está contada en blanco y negro no sólo como un homenaje a la nouvelle vague sino también como referencia a las imágenes de “Manhattan” de Woody Allen; yo igualmente insisto que ambas películas emanan color, el vestido de Cleo es rosa a lunares negros (¿quién lo podría negar?); la sonrisa de Frances es puro color, sin ir más lejos el afiche de la película es de color fucsia, como la tipografía de “Cléo de 5 á 7” en algunos afiches de la época. Es el color de la que representa la ternura entrañable de los dos personajes, el color de la energía femenina.

“Cleo de 5 a 7” está para ver en Mubi y “Frances Ha” la pueden ver en Netflix. Es un gran plan para este fin de semana tratando de ver más allá del blanco y negro, reflexionar en su elección estética y dejar entrar los colores (reales e imaginados) por la retina. Ese es el placer de la mirada, el placer de ver películas. Además podrán apreciar las bellezas disímiles de las dos protagonistas, Frances y Cleo, y de las actrices que las interpretan.

Ella es una actriz

Se seca y mira el mar

Se viste de plata

Nadie la viene a buscar.

(La máquina de hacer pájaros, 1977)